Tras 2 intentos fallidos de reservar conseguí mesa en este restaurante del barrio de Salamanca (General Pardiñas 56), esta vez llamando la noche de antes y siendo la cena en cuestión un miércoles antes del Corpus. Al entrar mis peores sospechas se cumplen, sitio piji guay, camareros con pinganillo (sigo preguntándome el por qué). En fin, nos sentamos en una mesa en la que casi no entraban los platos sin demasiada separación entre los de al lado (por cierto unos cansinos del copón: estos se merece un inciso. La mujer cada 3 minutos diciéndole si no se acordaba de ella cada 4 horas, que no podía dormir por las noches pensando en él, cada vez que iba al servicio le daba un beso y casi todas las veces tiraba algo, una de ellas el vino, en resumidas cuentas, vomitivo). Siendo la separación escasa pues te enteras de la conversación de los demás sin querer prestar atención, cosa que odio en un restaurante. Bueno, al lio, la carta tiene muy buena pinta, pedimos una sangría de la abuela y una botella de agua. Primer acierto, tienen agua de litro, cosa que me encanta ya que me parece una estafa que te traigan 2 botellas de medio y te las cobren igual. La sangría muy rica, prácticamente granizado de sandía que entraba sola, que tampoco se asuste el personal que el recipiente era minimalista, como una mini frasca para no mas de 2 vasos llenos. Primer entrante: tortitas mandarín de confit de pato mular con salsa hoicin, el nombre asusta pero eran 4 mini rollitos que estaban muy buenos. Segundo entrante: carpaccio de vieiras con mariconadas varias, no me gustó nada, demasiada pimienta y un sabor raro para mi gusto. A mi acompañante le gustó más pero un sabor raro tenía y el carpaccio no es que estuviera muy elaborado.
Llega la hora de la meada tradicional, bajo al servicio y cuál es mi sorpresa al descubrir que el salón de abajo es mucho más grande acogedor, bonito y climáticamente más fresco. Llegan los segundos, tartar de atún y hamburguesa, el tartar llevaba demasiada pimienta y se podían haber metido los crispies por el culo pero bueno, es una opinión demasiado personal, se podía comer. La hamburguesa fue lo mejor de todo para mi gusto, sobre una base de patatas y maíz levantaba un trozo de carne que estaba bastante bueno.
Momento para los postres, y como la sensaciones no eran buenas decidimos probar uno cada uno: taza de chocolate a 2 temperaturas con peta zetas fue mi elección: no estaba mala pero demasiado pesada, con chocolate negro por debajo tipo brownie y blanco por encima no estaba mala pero para mi gusto poco elaborada, me dejó una sensación de empacho (a mí!). La jefa pidió Mi tarta de chocolate con macadamia caramelizada y crema chantillí, demasiado nombre para un chocolate que tampoco llamaba demasiado la atención encima de una masa típica de tarta precocinada.
En fin, demasiado piji-guay para mí. El servicio normal, la decoración bien, la mesa demasiado pequeña. En resumen, demasiado caro para lo que se ofreció ya que el gasto fue de 87 euros para dos personas, y ya estamos entrando en palabras mayores para una cena.
Adjunto foto de la factura (habría que cambiar la Heineken por el agua), lo del pan y aperitivo caso aparte, sigo esperando el aperitivo.
Update: el sitio (al menos la parte de arriba) es bastante ruidoso y la decoración está bien basándose en el tartán o los cuadros escoceses.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Les van a dar por culo, conmigo que no cuenten.
Publicar un comentario