jueves, 21 de julio de 2011

Chillout Cache

Decían nuestros antepasados que “Errare humanum est”. Tenían razón, sin duda, pero algunos errores es mejor evitar por todos los medios cometerlos. Yo no he podido evitar el último de los muchos que ya cargo a mis espaldas, pero dejo aquí mi pequeña ayuda para el resto de contertulios con la secreta esperanza de que ninguno de vosotros pise mi misma piedra.

Ayer por la noche me dirigí, aproximadamente a las 9:30, a las dependencias del ¿restaurante? Chillout Cache (Chillout Caché), que se encuentra en la Calle Cardenal Cisneros, cerca de la Glorieta de Bilbao.

El sitio no tiene, de entrada, muy buena pinta. Debería haber prestado atención a estas señales luminosas y huido cuando aún estaba a tiempo, pero el hecho de ir acompañado me hubiera impedido, de todas formas, dicha salida airosa.

La ambientación es pretendidamente árabe. Mucho azulejo, cortinillas y asientos corridos estilo “Vips”, pero con una necesidad imperiosa de ser sustituidos por unos nuevos, puesto que estaban rajados por ciertas partes.

Otra señal inequívoca de que estamos en un sitio a evitar es la carta. Falta absoluta de coherencia en las posibilidades a elegir de la misma. ¿Cómo sino se explica que, en una carta de un restaurante con aspecto árabe puedas pedir cosas como Provolone, varios platos con jamón y tocino (los musulmanes tienen prohibido cualquier derivado del cerdo), crepes, salmón o una extensa carta de cocktails (no pueden beber alcohol tampoco). Acepto que, hoy en día, haya muchos sitios de este estilo, que mezclan distintas influencias y cogen de cada uno lo que es más popular, pero aquí estamos hablando de demasiadas cosas que no encajan para nada entre ellas. También me resultó curioso comprobar que en la carta no hay ninguna comida árabe, ni un triste hummus que llevarse a la boca.

El camarero que nos atendió nos confirmó los términos de la oferta que había hecho a mi acompañante optar por este sitio: 50% de descuento en lo que pidiéramos, bebida incluida. Eso sí, las condiciones para aplicar la oferta fueron un tanto absurdas: sólo si pedías, por persona, un primero y un segundo. Hasta aquí, todo razonable. ¿El problema? Que sólo se podía elegir entre TRES, sí, TRES segundos: pato, salmón y solomillo de cerdo. ¿Qué restaurante tiene sólo TRES segundos para elegir? Por favor, si en el menú diario más costra del restaurante más cutre tienes más variedad…

Al final, después de darle muchas vueltas, optamos por pedir lo siguiente (éramos tres personas):

  • Patatas caché: patatas fritas, bechamel y bacon.
  • Huevos rotos con jamón: un huevo sobre patatas fritas y jamón corriente por encima.
  • Ensalada ibérica: supuestamente, una ensalada de rúcula, jamón ibérico, pasas y no recuerdo que más. En la práctica, una bolsa de Floret con cuatro cachos de jamón (ni ibérico ni nada) por encima.

En cuanto a los segundos, al final optamos por esto:

Solomillo ibérico con salsa de queso azul y patata panadera: no lo llegué a probar, ya estaba demasiado cabreado cuando llegó a la mesa, pero la cantidad era absolutamente ridícula para un plato de 14 euros en un restaurante casposo en una zona que no está de moda. Adjunto foto para que os podáis hacer la idea del tamaño de la ración (2 “medallones” de solomillo pusieron, se podían comer de un bocado cada uno). En la foto podéis ver uno de los medallones todavía sin empezar.

WP_000075

Salmón al horno con salsa al cava. Me detendré especialmente en este segundo, que además fue lo que pedí yo. Primero, la ración, como la anterior, escasa para el precio del plato, Ni un lomo de salmón ni nada, una simple rodaja de un salmón de tamaño pequeño, eso sí, acompañado de muchas patatas para que el plato no quedara desangelado. Pero lo peor no es que pusieran poco, es la calidad de la materia prima: pasado de rosca como creo que no me han puesto nunca un pescado en mi vida. Carne estoposa, reseca, de sabor incluso desagradable, al que la salsa no era capaz de mejorar ni mucho menos. Cualquier día, el salmón recalentado que me como en el trabajo está infinitamente más jugoso que esta vergüenza de color rosado que se atrevieron a servir en mi mesa.

WP_000074

El tercer segundo, finalmente, no fue un segundo real: pedimos el crepe inglés, un crepe relleno con un huevo, bacon y no recuerdo qué más. Baste decir que sobró más de la mitad, para que cualquiera se haga una idea de la delicia que nos pusieron en el plato. De este no tengo fotos.

Huelga decir que nos abstuvimos de pedir postres. Con el 50% de descuento quedamos en una factura de 42 euros (con un mojito, una copa de vino y un agua para mí) a repartir entre tres. ¿Barato? Sí, con el descuento, pero sinceramente prefiero comerme un bocata del Pans & Company antes que volver a pisar este sitio. Ahorraría en no sólo en dinero, sino también en salud y estabilidad mental.

1 comentario:

Chema dijo...

Pues nada, lo apuntaremos en la lista negra para no probar.