¿Que se esconde detrás de este nombre tan español, tan castizo, tan costroso diría yo? Pues un mesón español de los de toda la vida, de croqueta y pincho de tortilla.
En mi reciente viaje a Cuenca terminé cenando el sábado por la noche en una zona con bastantes bares y mesones, de los clásicos con raciones y pinchos de cantidad generosa. De entre todos ellos me fijé que la terraza más abarrotada de gente era del Mesón Fidel, también muy recomendado a través de páginas web, redes sociales como Foursquare, etc.
Así que aposté mi dinero a Fidel, aunque su nombre evoque puros y discursos de 7 horas, y decidí apostarme en un barril, lo único que quedaba donde apoyarse, puesto que las mesas y las sillas eran territorio vedado.
Los que me conocen saben que no me gustan las aglomeraciones, así que decidí enviar a mi intrépida acompañante a realizar las labores de identificación y selección de productos, ordenado y posterior recogida. Puesto que no tenía apenas hambre puesto que a la hora de la comida había cometido ya unos cuantos excesos en el Telepizza, no fueron muchas las raciones que pedimos. Y, sin embargo, como podréis comprobar en las fotos, desfiló comida para más de dos personas sin siquiera darnos cuenta.
La primera ración fue de croquetas. En la imagen podéis verla cuando ya la habíamos empezado. En la práctica creo que fueron 13 o 14 croquetas las que nos sirvieron por, no estoy seguro, pero creo que en torno a 8 euros.
Las croquetas estaban cremosas y sabían a jamón, lo cual ya es un mérito en este mundo de croquetas insípidas e insustanciales en el que nos ha tocado vivir, cosas de la crisis supongo. Eso sí, ligeramente grasientas, nada que un poco de papel para escurrir el aceite sobrante no pudiera arreglar.
La siguiente ración fue de pincho de tortilla, para mi acompañante (sobradamente conocida es mi aversión a este clásico de la gastronomía española). Como veis, lo que ellos llaman pincho yo lo llamo “cena para dos”, prácticamente. No recuerdo el precio de dicho pincho, pero puesta la barrera de las croquetas en 8 euros, de ahí para abajo.
La tercera y última ración fue de costillas, una de las recomendaciones habituales. Costillas en adobo, de nuevo una generosa ración por un precio asequible (similar al de las croquetas). ¡Las costillas tenían carne! Algo que no debería sorprender, pero que por desgracia, al igual que el sabor a jamón en las croquetas, hoy en día sí merece ser destacado.
No pedimos más, de hecho nos sobró comida en el plato a ambos. No puedo daros el precio final, pero os aseguro que era más que competitivo para la cantidad de comida que nos sirvieron, amén de la diligencia con la que lo hicieron.
En definitiva, Mesón Fidel no es para seducir a una posible conquista, salvo que tu objetivo sea, por un precio razonable, llenarle hasta que reviente el estómago y no otras partes de su cuerpo.